En diálogo con Tucumán al Día, la licenciada Ana Nores, referente en promoción turística, destacó el crecimiento sostenido de la Ruta del Vino de Altura, que recorre desde Tafí del Valle hasta Colalao del Valle y se ha consolidado como una de las experiencias más buscadas por visitantes nacionales e internacionales.
“La Ruta del Vino no es solo una propuesta enológica; es un viaje cultural y paisajístico que combina la producción vitivinícola de altura con la historia y la identidad de nuestros valles”, señaló Nores.
La especialista subrayó que Tucumán logró reposicionarse dentro del mapa vitivinícola argentino, después de años en los que la producción local era derivada casi en su totalidad a Cafayate. “Desde 2009, los pequeños productores de Colalao del Valle comenzaron a embotellar sus propios vinos y hoy muchos de ellos reciben premios por su calidad. Ese salto cualitativo fue acompañado por el trabajo de cooperativas y la Cámara de Bodegas y Viñedos”, explicó.
En cuanto a las características diferenciales, Nores destacó la ubicación y el clima: Altura y terruño: “Nuestros viñedos crecen entre los 1800 y los 3000 metros sobre el nivel del mar. Esa altura se traduce en vinos con mucho color, aromas intensos y una personalidad única”.
Clima benigno: “El visitante puede disfrutar de un día espléndido con temperaturas de entre 18° y 22°, ideales para degustar un Malbec o un Torrontés en un patio de Colalao, bajo el sol de la tarde”.
La Ruta del Vino se complementa con atractivos históricos y naturales: las Ruinas de Quilmes, el Observatorio de Ampimpa, los pueblos de Amaicha y Fuerte Quemado, y paisajes que evolucionan desde el verde de Tafí del Valle hasta los tonos áridos del Valle Calchaquí.
“El enoturismo en Tucumán es una experiencia integral: no solo se trata de probar un vino de altura, sino de compartir saberes sobre maridaje, recorrer sitios arqueológicos y vivir la calidez de las comunidades locales”, enfatizó Nores.
Finalmente, la especialista remarcó que este desarrollo tiene impacto directo en la economía regional: “Cada bodega que abre sus puertas genera empleo, impulsa el turismo y pone en valor nuestra cultura. La Ruta del Vino de Tucumán es hoy un motor turístico y cultural que nos identifica en el país y el mundo”
La evolución de los Vinos de Altura en Tucumán: de la venta de uva al enoturismo
En una entrevista exclusiva con Tucumán al Día, la licenciada Ana Nores repasó la profunda transformación que ha vivido la vitivinicultura en la provincia, particularmente en los Valles Calchaquíes, donde los vinos de altura hoy son sinónimo de calidad, identidad y desarrollo regional.
De la venta de uva a la producción propia
“Durante muchos años —explicó Nores— los productores de Colalao del Valle y alrededores vendían sus uvas a Cafayate. Esa era la práctica habitual de las familias. Pero desde 2009 comenzamos a trabajar en otro rumbo: que los pequeños productores pudieran elaborar y envasar sus propios vinos. Eso marcó un antes y un después”.
Este cambio permitió que los vinos tucumanos comenzaran a ganar reconocimiento y premios, consolidando una marca de origen basada en el esfuerzo local.

Instituciones y nuevas técnicas
La especialista destacó que el proceso no se dio de manera aislada. “La creación de la Cámara de Bodegas y Viñedos y el trabajo de cooperativas, como la de Colalao del Valle, fueron fundamentales para acompañar a los productores. A esto se sumó el aporte de técnicos y de la tecnicatura en enología, que introdujeron mejoras claves en la elaboración”, señaló Javier Díaz, quien es el propietario de Finca La Orilla y actual presidente de la Cooperativa Agroindustrial de Colalao del Valle.
Un ejemplo es el embotellado con barrido de nitrógeno, que garantiza la perdurabilidad del vino. “Antes, los vinos pateros se consumían rápido porque no duraban mucho. Hoy, un vino joven puede conservarse entre tres y cuatro años, mientras que un reserva puede alcanzar hasta quince”, precisó.
El enoturismo como motor económico
Actualmente, Tucumán cuenta con cerca de veinte bodegas productivas, once de ellas abiertas al turismo. “La experiencia ya no se limita a la degustación —afirmó Nores—. Los visitantes llegan para disfrutar de un almuerzo criollo, recorrer un viñedo a 2000 metros de altura, o sentarse en un patio colonial a maridar un vino con quesos regionales. Es un turismo vivencial, que combina paisaje, historia y cultura”.
La Ruta del Vino de Altura, que recorre desde Tafí del Valle hasta Colalao del Valle, integra atractivos como las Ruinas de Quilmes, Amaicha, el Observatorio de Ampimpa o Fuerte Quemado. “Es una propuesta integral: vino, arqueología y naturaleza en un mismo recorrido”, sintetizó Díaz.
Proyección y orgullo tucumano
Para Nores, la vitivinicultura se ha convertido en un eje de desarrollo genuino para la provincia. “El vino da trabajo, fija a las familias en su lugar y, sobre todo, nos invita a reconocernos en nuestra identidad. Hoy podemos decir que Tucumán tiene vinos propios, de altura y de calidad, que no tienen nada que envidiar a otras regiones”.





Finalmente, invitó a los tucumanos a recorrer la Ruta del Vino: “A veces miramos hacia afuera y no conocemos lo que tenemos en casa. El Valle nos espera con su gente, su historia y sus vinos. Es un orgullo y un motor de futuro para nuestra provincia”.