Un triple crimen dejó mucha tela para cortar con respecto al accionar de bandas que asustan de sobre manera debido a la naturalidad que pareciera mostrar el lado de un hecho, en cual estábamos habituados a ver en alguna serie dedicada al narcotráfico pero que nunca nos había rozado. En el programa «Tucumán al Día», versión radial, que se emite por Radio Mía 101.1 se produjo el diálogo con el profesor Alejandro Casaglia, docente universitario, ex agente de Interpol, experto en terrorismo y criminalidad organizada, quien realizó una profunda radiografía del caso ocurrido el Florencio Varela.
Casaglia no se quedó en el espanto inmediato. Llevó la discusión a un plano más amplio, el de la violencia criminal transnacional que ya marcó a países como México, El Salvador o Brasil. “Para Argentina, esto es nuevo. Pero en Centroamérica, con la Mara Salvatrucha o la Pandilla 18, o en las cárceles brasileñas donde el PCC y el Comando Vermelho se disputaban el poder, escenas así son habituales”, advirtió.
La brutalidad del crimen en Varela no solo sorprendió por la saña con la que se ejecutó, sino también por los protagonistas. El presunto líder, Tony Jansen Valverde Victoriano, alias “Pequeño J”, tiene apenas 20 años. Para Casaglia, esa juventud no sorprende: “En el crimen organizado regional, los operativos entran y salen muy temprano. A los 40 años ya están muertos o presos. Es lógico ver jefes de 20 años”.
El especialista también puso el foco en la falta de control migratorio. Recordó que Argentina, con más de 800.000 venezolanos residiendo, recibió mayormente a trabajadores, pero entre ellos también se camuflan integrantes de grupos como el Tren de Aragua.
“No se trata de estigmatizar a una colectividad, pero si entre ese caudal vienen 50 criminales, el problema es serio. Durante años tuvimos políticas públicas patéticas en materia migratoria”, denunció.
Su diagnóstico sobre el sistema penal argentino fue lapidario: “El delito en Argentina es barato”. Explicó que una cadena perpetua en el país rara vez significa cárcel de por vida. Recordó el caso de los hermanos Schoklender, que tras un doble homicidio agravado cumplieron solo 11 años. Y contrastó: “En El Salvador, las penas son acumulables. Un asesino puede recibir 450 años. Ahí sí, aunque le reduzcan la pena, no vuelve a la calle”.
La política, según Casaglia, aparece como el principal obstáculo. Sin filtros, criticó a legisladores que “coquetean” con discusiones superficiales, que frenan reformas necesarias como la baja de la edad de imputabilidad —en Nicaragua es de 12 años— y que actúan como “máquinas de impedir”. También apuntó contra gobernadores que ni siquiera hablan de seguridad, debilitando así el accionar de sus propios ministros.
“Muchos están distraídos, son inoperantes o incluso tienen vínculos con el crimen organizado. La seguridad debe ser transversal a todas las ideologías, pero en provincias clave ni siquiera los gobernadores hablan del tema”, advirtió, en clara alusión a Axel Kicillof.
Pero entre la crudeza de su análisis, Casaglia dejó un margen para la esperanza: “Todavía no llegamos al grado de violencia de México, Ecuador o Brasil. Tenemos tiempo para reaccionar. Pero necesitamos un tratamiento agresivo: inteligencia estratégica, control fronterizo real, reformas legales profundas y voluntad política genuina. El ejemplo de El Salvador muestra que, con decisión, se puede pasar de un estado fallido a un país más seguro que Suiza”.
La entrevista cerró con un mensaje directo a la dirigencia argentina: “Hay que dejar las charlas de café y ponerse los pantalones largos. La seguridad no puede esperar”.
